La prevención primaria debe permitir la identificación y aislamiento de aquellos factores, que evitando o reduciendo la exposición a los mismos por
parte de individuos y poblaciones, impidan que la
enfermedad se desarrolle, o si lo hace, que esta sea
menos grave.
El tabaco
Al tabaco se le atribuye el 87% de la mortalidad
debida a cáncer de pulmón. En todos los modelos de
predicción individual del riesgo para cáncer de pulmón el hábito tabáquico es el factor fundamental.
Además es un factor esencial en los cánceres de esófago, de laringe y de cavidad bucal, entre un 80 y un
90% están vinculados al efecto del tabaco solo o junto
con el alcohol. Entre un 25 y un 30% de todos los
cánceres están vinculados al tabaco.Según el código europeo, está demostrado que
el mayor impacto en la modificación del consumo de
cigarrillos puede producirse por acciones principalmente en el ámbito poblacional, más que individual: la
prohibición total de la publicidad directa e indirecta, la
prohibición de fumar en lugares públicos y/o cerrados,
el etiquetado de los productos de tabaco con advertencias eficaces, control del contenido máximo en nicotina y en alquitrán de los cigarrillos, junto con medidas
de información y estímulo del abandono del tabaco.
Alcohol
Se ha asociado el consumo de alcohol con el aumento del riesgo de cáncer de la cavidad oral, faringe,
laringe, esófago, hígado, colorrectal y mama. El
consumo de alcohol también ese asocia con el riesgo
de cáncer primario de hígado, probablemente a través
del desarrollo de la cirrosis hepática. El aumento del
riesgo de cáncer colorrectal parece también correlacionado con la cantidad de alcohol consumido e independiente del tipo de bebida ingerida. En el cáncer de
mama se ha descrito también un aumento en el riesgo,
aunque no fuerte. El riesgo de cáncer de esófago se
reduce en un 60%, 10 años o más después de interrumpir su consumo.
El consumo de alcohol junto con el tabaco multiplica los efectos negativos de uno y otro, se les atribuye un incremento importante de riesgo para cáncer de
vías respiratorias y tracto digestivo superior.
Alimentación
Se estima que en torno a un 30% de las muertes
por cáncer se asocian con la alimentación y nutrición. Varios estudios epidemiológicos indican un
efecto protector de un mayor consumo de verduras y frutas en el riesgo de una amplia variedad de cánceres, especialmente en el esófago, estómago, colon,
recto y páncreas. Las carnes rojas y especialmente
las carnes procesadas (la que para su conservación ha
sido salada, curada o ahumada, o se le han agregado
conservantes químicos) son causas probables de algunos cánceres. Los cereales con alto contenido de fibra
y cereales de grano entero se han asociado a menor
riesgo de cáncer colorrectal y del aparato digestivo.
Las verduras y las frutas contienen un gran número
de agentes potencialmente anticancerígenos, con mecanismos de acción complementarios y superpuestos.
Por lo tanto el consumos de estos productos previene
o retrasa la aparición de algunos tipos de canceres.
Un factor asociado con la alimentación, por su
exceso, es la obesidad, una de las mayores causas de
morbilidad y mortalidad prevenible. En particular, aumenta el riesgo para la diabetes, enfermedades
cardiovasculares y el cáncer. Se asocia con un mayor
riesgo de cáncer de colon, mama (después de la menopausia), endometrio, riñón y esófago (adenocarcinoma). El sobrepeso también está asociado con
estos tipos de cáncer aunque el efecto sobre el riesgo
es menor.
Actividad física
Hay evidencia de que algún tipo de actividad física regular se asocia con una reducción en el riesgo
de cáncer de colon, el cáncer de mama, endometrio
y próstata. El efecto protector de la actividad física sobre el riesgo de cáncer aumenta con niveles crecientes de actividad cuanto más, mejor aunque
tal recomendación debe ser moderada en personas
con enfermedades cardiovasculares. Para algunos
tipos de cáncer, el efecto preventivo de la actividad física regular parece actuar de forma independiente
del índice de masa corporal. La actividad física se
puede realizar durante el tiempo libre involucrándose
en diferentes actividades deportivas al aire libre o en
espacio cerrados especializados, pero también se puede realizar aumentando la actividad física durante la
vida cotidiana, dejando de usar los vehículos motorizados, cambiando nuestros hábitos de transporte por
ir andando o en bicicleta o combinar esto con algún
trasporte público.
Sin embargo la actividad física esta asociada a la
disponibilidad de espacios verdes o zonas deportivas
cerca de la vivienda habitual y esto contribuye a las
diferencias que se encuentra en actividad física en diferentes poblaciones. Muchos estudios han encontrado un número significativamente menor de zonas
deportivas, parques, vías verdes, y carriles bici en zonas de alta pobreza, comparado con las áreas menos
pobres. También en los barrios más pobres transitan
mayor cantidad de tráfico pesado, falta de alumbrado público, falta de aceras y no se ponen en marcha
medidas de “tráfico tranquilo”, todo ello barreras que
dificultan la realización de actividad física. Además
también se ha encontrado que, aunque haya algunas
instalaciones disponibles, el coste, la distancia a las
instalaciones deportivas, y la disponibilidad de transporte afecta el acceso a estos servicios de la población
más pobre. La organización de los barrios también
se ha demostrado que contribuye a estar físicamente más activo cuando hay buen acceso a los parques,
disponibilidad de gimnasios, existencia de tiendas en
el barrio, cercanía a los puestos de trabajo, escuelas y
centros de recreativos.
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